Sabía lo que era impresionar con sus manos de aire, con una manicura cuidada, y unos dedos tan largos, que podían deslizarse sigilosamente por cualquier parte de un cuerpo, de manera consentida. Acariciar el alma de los presentes era su propósito, fundirse a través del oído, y hacer brotar sin disimulo una leve parte emocionada …