Ella no tiene habilidad ninguna para recogerse el pelo ni tiene tiempo para preocuparse por su cabello. Prefiere dejárselo al aire y que sea el viento el encargado de movérselo a izquierda o derecha. Ya hace tiempo que el viento es su peluquero más fiel. De vez en cuando, éste se detiene y deja ver su cabellera tal cual: lisa, densa, perfecta.
El duro trabajo le curva la espalda. Cuando llega agotada, la beso y, por un momento, soy el viento que se cuela por su parte más íntima. Ella engulle la cena que le tengo preparada con apetito. Espero abandonar la lista del paro y repartirnos las tareas domésticas.
® Helena Sauras
