María tan fuerte, tan firme, tan segura desde que está con Toni, se desmorona esta tarde. Hemos ido al piso, que se compró junto con Víctor, porque alguien está interesado en su compra. Vamos a ayudarla a recogerlo todo. El piso está perfectamente equipado, para entrar a vivir. Un camión de mudanzas vendrá mañana a llevarse los muebles y de momento estamos empaquetando.
María hacía mucho tiempo que no regresaba al piso, en concreto desde que anuló la boda. Pero ahora que ha decidido casarse con Toni, se tiene que deshacer del piso, aunque no sea una buena época para venderlo. Cuando terminamos con la tarea, oímos a María que dice:
―Voy al buzón a vaciarlo. Debe estar repleto de propaganda.
Y María abre el buzón, y después de empezar a tirar algunos folletos y catálogos y meterse algunos sobres de facturas en su bolso, sus ojos reparan en un sobre más pequeño, diferente al resto, manuscrito. Sus manos tiemblan mientras lo abre, Toni se le acerca, porque María no para de respirar fuerte como ahogándose en su propia ansiedad, mientras lee las hojas que lo acompañan.
―¿Qué te pasa, María? ―le pregunta Toni.
Pero María, en un primer momento, no responde, y después sube las escaleras otra vez hasta su piso precipitadamente. Todos nos interrogamos con la mirada, porque no comprendemos qué está pasando y decidimos seguirla. Al llegar, María está sentada en el sofá totalmente desencajada, de sus ojos brotan lágrimas con fuerza, y sus manos sostienen los papeles que se han arrugado.
―María… ―dice Toni suavemente.
Y María, llorando, y sin poder pronunciar palabra, le tiende la carta a Toni, que la coge. Toni la lee, y se queda estupefacto.
―¿Qué pasa, Toni? ―pregunta Luis.
Pero Toni no contesta, y le pasa la carta a Luis. Luis y yo la leemos al unísono y me bloqueo completamente al ver el remitente: Luz Casas Ribes.
―¿Los muertos vuelven? ―le susurro a Luis.
―No, es una carta de despedida –me dice Toni, que me ha oído, a pesar de haber intentado hablar muy bajo-.
Sin comprender, mis ojos repasan las primeras líneas hasta que la leo entera, mientras un escalofrío intenso me recorre el alma:
Querida María,
No sé cómo empezar esta carta sin antes decir que lo siento. Siento el daño que te he hecho toda mi vida y más ahora que te ibas a casar con el hombre de tu vida. No sé qué me arrastró a acostarme con Víctor. Bueno, rectifico, sí lo sé. Por primera vez he caído en las redes del amor, me enamoré del hombre equivocado. Se llama Nacho, no sé si te acuerdas, pero te lo presenté un día que corrías para no llegar tarde al trabajo de papá. Todo parecía idílico entre los dos hasta que he descubierto que me es infiel. Sí, María, Nacho me pone los cuernos con una chica muy morena de la que ni tan siquiera sé su nombre. Por eso, por simple despecho, me acosté con Víctor, porque lo sentí accesible. Ya sabes que no me cuesta seducir a un tío, perdóname, María, me arrepiento de ello.
Voy a ser breve, no me queda mucho tiempo. La semana pasada me diagnosticaron una enfermedad incurable, que avanza rápidamente. Mi carrera de modelo se ha acabado para siempre. Estoy pensando si realmente me merezco esto después de cómo he actuado. ¿Tú también piensas que me lo merezco? Sé que lo piensas, para qué me voy a engañar. Si lo piensas, no sé lo digas a nadie, así como tampoco comuniques a nadie la noticia de mi enfermedad. Guarda el secreto, aunque sea la única cosa que hagas por mí.
No te preocupes, voy a estar bien. Tengo que olvidar a Nacho. Me he comprado una casita en Portugal con su dinero. Se lo he tomado prestado o, si lo prefieres, lo he cambiado de sitio. Me voy, hermana, al lugar donde veraneábamos de pequeñas, ¿te acuerdas? Necesito desconectar.
Siempre en un lugar de mi corazón,
Luz
P.D: Cuida de mamá y papá, se hacen mayores.
La carta esperaba en el buzón para ser leída cuanto antes, pero no pudo ser. La traición que le hizo Luz a su hermana lo impidió, ya que María nunca quiso volver a su piso desde entonces. La imagen que vio en su dormitorio todavía le quemaba en el rincón más hondo de su corazón.
No obstante, Luz nunca llegó a su destino, Víctor la asesinó pero lo que más me sorprende, y releo repetidas veces, hasta que Toni me arranca el papel literalmente de las manos, es lo de la chica morena. Luz nunca supo de quién se trataba pero a mí no hace falta que nadie me lo diga.
Sandra me mintió, nunca cortó su relación con Nacho. Lo que más me duele es que Luz se enteró antes que yo. Era una chica lista, una chica desgraciadamente muy lista. Posiblemente su astucia desencadenó su trágico final, como la curiosidad que mató al gato. Víctor la debió encontrar cuando ya se iba, cuando ya partía hacia un nuevo destino. Pero esta historia ya me la sé, aunque ahora me queda claro de una vez por todas qué hacía Nacho en Portugal, había descubierto dónde había ido a parar su dinero.
―No he hecho nada por ella ―dice María con la carta en las manos ya que Toni se la ha vuelto a pasar―. Ni su último pensamiento, os he dejado leer la carta.
Luego María se levanta y se va a la cocina. Vuelve con un mechero y prende fuego a las últimas palabras de Luz, que se retuercen dentro de un cenicero. Una lágrima se le ha quedado trabada en su cara. Toni se la quita con un delicado movimiento. Y luego de esto, con las palabras ya carbonizadas, María respira más tranquila para decirnos:
―Esa no es una historia de perdón. Mi hermana lo sabía antes de escribir esas líneas, y sus palabras no van a cambiar nada.
María con una dureza que aparentemente siente, nos indica con sus gestos, que ya nos podemos ir del piso. Nos dirigimos todos hacia la salida, cierra la puerta y nadie de nosotros abre boca. Como si el silencio formara parte de nuestra existencia.
―Si por mí podéis hablar ―comenta María más entera ya en la calle.
―¿Así veraneabas en Portugal? ―rompe el silencio Toni.
―Sí, pero hace mucho de ello.
―¡Cuántas cosas no me has contado! ―Sonríe Toni.
―Seguro que tú también tienes cosas calladitas.
―Tendrás que descubrirlas tú misma.
María le guiña el ojo a Toni, Luis me coge la mano, y aprieta con fuerza mientras me dice al oído.
―Elisa, vayámonos a mi piso y dejemos que Toni y María se descubran sus cosas.
―Vale, Luis.
Nos despedimos de María y Toni y nos dirigimos hacia el apartamento de Luis. Mientras andamos por la calle cogidos de la mano, mi sexualidad prende de nuevo, necesito estar íntimamente con Luis. Al llegar, no hace falta que se lo diga, le llevo directamente a su dormitorio. Los espejos de su cuarto hacen que lo vea repetidas veces, su torso desnudo se multiplica y mis caricias se van intensificando. Necesito llenarme de él, me desnudo rápido y me tumbo sobre él. Sus manos se deslizan por mi cuerpo, cubriéndome, amándome.
Y entonces, el sonido de su teléfono nos interrumpe. Mi cara sonrosada refleja la decepción por la inoportunidad de esa llamada, que Luis contesta, marchándose de mi lado con su erección palpitando. Le oigo de lejos, sus palabras me apagan, porque algo de mucho peso está pendiente en nuestras vidas.
Cuando vuelve a mi lado, dejo que hable, sin interrumpirle. Mi expresión va cambiando conforme lo voy escuchando.
―Elisa, era mi abogado. Se ha disculpado por no haberme contestado antes. Había escuchado el mensaje, que le dejé en su buzón sobre la caja de pastillas que encontramos y… Sí, se confirma en su historial clínico. Mi padre tomaba los anti coagulantes esos. Mi abogado me ha citado para mañana a su despacho. ¿Me acompañarás?
―Sí, Luis, claro.
Una pequeña esperanza aparece en su iris. Me incorporo de la cama y le beso.
―¿Por dónde íbamos?
―Por ahí —le digo señalándome mi pecho desnudo y guiñándole un ojo.
Luis sorbe mi pezón izquierdo y todo se enciende de nuevo. Pierdo el norte entre su aliento, empiezo a gemir suavemente. Luis baja hacia mi monte de Venus. Cómo le deseo, la espera ha merecido la pena, pienso mientras el fuego se deposita en mi cuerpo para quedarse. Unidos ardemos mientras todo cambia de color a nuestro alrededor. El orgasmo nos sorprende a la vez y, enredados, sintiendo sus últimos coletazos, nos damos un beso húmedo.