Siempre me espera un bocadillo cuando salgo de la escuela. Lo muerdo distraída y me guardo un trozo para dárselo. Hoy no tengo mucha hambre porque me he peleado con mis amigas. Bueno, ahora ya no lo son. Si en realidad lo fueran, me hubieran elegido para jugar con ellas. He tenido que pasarme toda la hora del patio sola. Y me he aburrido un montón.

Cuando mi Celia llega, siempre tiene su bocadillo a punto. Hoy no entiendo qué le pasa porque casi no lo ha probado. Si le pregunto, rehúye mi mirada y, sin contestar, se encierra en su cuarto.
Todo el día lo he pasado sola. La televisión ya no me distrae y me pesan mucho las piernas. Me iría bien caminar un poco para activar la circulación, pero no quiero dejar a la niña sola. No sé si será mejor ir a preguntarle si quiere acompañarme al parque.

Menuda merienda. Hoy me ha caído un trozo de jamón dulce de propina. No sé por qué llora la niña mientras me lo da. Yo nunca he llorado en la vida. Me gustaría limpiar sus lágrimas a lametazos. Pero si me ven haciéndolo, puede que me griten y no lo soporto. Me sobresalen las uñas y se me erizan los pelos con pensarlo. Ahora oigo la puerta y eso significa que van a salir y me quedaré solo. Podré disfrutar de todo el jamón, que voy a comer a mis anchas. Después, si se dejan la puerta de atrás entreabierta, saldré por el jardín e iré hacia al parque…
Hacía una semana que Celia Martínez no iba a la escuela. Los profesores no daban crédito a lo ocurrido. Ana, la profesora de matemáticas, ojeó la sección de sucesos durante el recreo:
El pasado jueves, una niña (C.M.C) descubrió un cadáver en el parque Teodoro González de la ciudad de Tortosa mientras jugaba. Todavía no se ha identificado a la víctima, a la que han llevado al instituto forense para practicarle una autopsia. La niña iba acompañada por su abuela (E.C.P) que sufrió un ataque de ansiedad después de llamar a las autoridades, que han abierto una investigación. Por no tratarse de un hecho aislado, ya que es el tercer cadáver que se descubre en el último año, diferentes vecinos se han movilizado para vigilar el parque las veinticuatro horas del día.
Nadie se había ofrecido a acercarle los deberes y, cuando preguntó a sus compañeras, solo oyó excusas para no hacerlo.
Ana no quería que Celia se retrasara en su aprendizaje y decidió ir ella misma al acabar su jornada.
Encontró a la niña en un mutismo absoluto y con los ojos perdidos. La abuela parecía no estar mejor, sumergida en la apatía.
—Menudo susto, hija —dijo.
Y le explicó lo ocurrido en el parque.
—Quiero no pensar en asesinos de esos… En serie, ¿no se dice así?
Ana intentó calmar a la abuela, pero ella misma tenía miedo de volver a su casa sola, después de los rumores que corrían por la ciudad.
Llevo días sin probar bocado. En esa casa ya no sé cuándo se come. Si se despistan, saldré al parque a cazar pajarillos.
Al salir la profesora, el gato la siguió.
Ana caminó varios metros hasta el parque, pensaba en no cruzarlo, pero tenía poco tiempo y aquel era el camino más rápido. Sentía cómo alguien la observaba desde la distancia.
Al girarse, unos ojos se iluminaron en la oscuridad.
Ana dio varios gritos que fueron ganando intensidad conforme el agresor se acercaba. No era un fantasma ni producto de su imaginación.

Odio que griten. Me producen confusión y agresividad.
El gato saltó hacia su presa.
Ana corrió veloz varios metros hacia la salida del parque. No sabía de dónde había salido su salvación. Miró al cielo, que estaba plagado de nubes y, supo que nadie la había escuchado. «¿Dónde estaba la seguridad?», se preguntó mientras llamaba a la policía.
Total, para una vez que hago algo y no soy noticia. Paso de todo. Además, no sé leer. Estoy algo magullado, por los manotazos que me dio el tío ese. Mis uñas se clavaron tan intensas como un aguijón, porque están reforzadas con mi alimentación. Celia ha vuelto a ir a la escuela y creo que ha hecho las paces con sus amigas. Lo sé porque hoy no me ha dado ninguna sobra y su sonrisa se vuelve a dibujar.
A la semana siguiente, Ana leyó sus iniciales en la página de sucesos del periódico de la comarca. Echó de menos las iniciales de su salvador, porque al tratarse de un gato, los periodistas lo habían obviado. En cambio, sí que figuraban las de su presunto depredador. Dobló la noticia aliviada y continuó con la programación de las clases en el despacho de profesores.
® Helena Sauras