Mi mundo literario

Las creaciones literarias bilingües de Helena Sauras

rodoreda80 · ¿Aún me quieres, amor?

Queridísimo amor,

Desde que me dejaste, el Ars Amandi que compartí contigo perdió las páginas como las cuerdas de esta guitarra que ya no ha vuelto a tocar.

¿Por qué me cuesta tanto todavía reconocer que no vas a volver? Por las noches, te sueño entre el edredón que me apretuja el cuerpo, pero solo es el contacto de mi piel con las sábanas, que se atemperan mucho menos que cuando estaba contigo.

Hace frío. La mayor parte de las horas desde que desapareciste pasan sin explicarme un por qué. O yo no entiendo cómo te perdí; todo lo que nos unía, los instantes que compartimos durante algo más de quince años.

Hoy he salido otra vez a la calle. He intentado sonreír a esta mañana otoñal, donde la luz aminora cada día un poco más. ¿Por qué cada olor, cada color me recuerda a ti, si hace más de un año que no te he vuelto a ver? Te anhelo en el respiro del aire que me roza los labios en estas primeras horas de noviembre.

Tiembla mi corazón al cruzar el puente rojo, el peatonal, el antiguo puente del tren, que cruzamos tantas veces desde que lo inauguraron. Voy sola y ando a buen ritmo para llegar puntual a una cita en donde me esperan. Supongo que es de las pocas cosas interesantes que hago. Mi vida carece de sentido desde que no puedo verte ni hablarte.

Ahora no sé si el mañana vendrá cargado de más incertidumbre. O por si lo contrario, me regalará esperanza que es sinónimo de vida para poder continuar con la mía. A solas. Mi soledad tiembla.

Mi mano se ha desnudado sin el anillo de matrimonio, que he acabado abandonando entre un cajón debajo de la ropa interior, que ya no tengo valor para ponerme. No me siento nada sexy.

Definitivamente ya no estás. El agua del Ebro hace tiempo que no suelta sus lluvias en mi cauce. Sé que te la debes guardar para ti, entre pantanos que construiste para alejarte y empezar una nueva vida lejos de todo. Todo olía a cambio a tu alrededor y, como novedad que era, vi en tus ojos nacer la ilusión. Creo que te aburriste entre monotonías y no supe ver aquella puerta al cerrarse y que aquella despedida sería la definitiva.

Te arrimaste tanto al muro de lo inalcanzable que no te pude seguir. Yo preferí quedarme en mi tierra y, no quise ahogar tus sueños, los que subían en globos de chico travieso. ¡Cuánto te quise y cuánto te quiero todavía! Y voy caminando por esas vías de ese puente hacia la terapia de una adicción hacia tu persona. Te necesito tanto aún…

Solo te pido una última cosa en esta carta, que enviaré a un buzón vacío de ilusiones. Suelta toda el agua retenida, la necesito para vivir.

Aunque nos estemos divorciando, suéltala y ayúdame a nadar. Prometo no subir a contracorriente para alcanzarte. A ti siempre te gustaron más los ríos y las montañas. Yo fui mar y te preferí ría, por eso acabamos en una desembocadura malentendida.

Las lenguas de las mariposas, que tanto me gustaba comunicarte, acabaron incomunicadas en tu silencio. Con el que me pagabas y, solo lo rompías para pronunciar monosílabos, que se me clavaban bien adentro. No fluimos, no, desde hace tiempo.

Te prometo que cuando reciba esa agua anhelada, aprenderé a ahorrar. No iré más a manifestaciones reivindicando atardeceres eternos, noches de placer, lunas sorprendidas de volver a verte. Sabré cómo hacerla sostenible. Deja que la lluvia caiga sobre mi tierra: la que algún día amaste. Y deja que la naturaleza haga su cauce de entendimiento en mi memoria.

Hasta siempre,

H.

® Helena Sauras

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