Entonces la vi. Como un destello, colgada de un clavo del cuarto, había otra llave. La probé mientras oía los pasos que se acercaban. La cerradura cedió con un clac y empujé la puerta. Corrí a lo largo de un camino a tientas. Por allí, si no recordaba mal y lograba cruzarlo, se llegaba al bosque. Me perdería entre la maleza y los árboles y la despistaría.
Pero todo salió mal, porque no pude hacerlo. La turbiedad de su mirada me alcanzó y no tuve otra opción que rendirme. Me agaché esperándola. Le mostré la palma de mis manos y me pregunté si dolería. Si era necesario desaparecer de allí, lo haría.
La última imagen que vi fue la de aquellos árboles talados del bosque, antes de que todo perdiera sentido. Y me volví muda y sorda. Y poco después, todo fue silencio.

Interesante y bella redacción, yo también he visto «aquellos árboles talados del bosque, antes de que todo perdiera sentido». Felicidades.
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