Nos gusta que Sofía nos arrastre para deslizarnos al estante de abajo y colarnos entre las letras de los cuentos. A través de ella, aprendimos lo que era el saber y la fuente de nuestra imaginación fluyó durante décadas. Somos ricos en sueños que alcanzamos con cada género literario. Vemos el lomo del libro, y según nuestro interés, entramos en él. Nos fascinan las metamorfosis y nos convertimos en príncipes o en mendigos en cuestión de segundos. Cuando alguien compra, cambiamos de casa para multiplicarnos en los días siguientes.
El problema vino cuando Sofía aprendió a limpiar de verdad y acabamos en el trapo. Nos intentamos escapar para volver a alguna estantería de aquella librería tradicional. Hace días que no viene nadie aquí. Hemos oído que no van a traer ninguna novedad más, aunque tenemos literatura para rato.
El dueño ha echado el cierre definitivamente. La curva de su sonrisa, tan plácida a los clientes, se acabó congelando debido a la crisis en el sector. Intentamos abrazarle para darle coraje, pero estornudó. Deberíamos saber que Sancho siempre ha sido alérgico a los ácaros ya que somos las diminutas partículas de polvo que conforman su negocio.
® Helena Sauras
