Nubes de noviembre, aires de membrillo y castaña, recuerdos caídos de mi niñez. El otoño de madera se tiñe y una hoja añade notas en mi alma. Nubes de noviembre, preñadas de naranjas y granadas, aliñad vuestro jugo sobre mí; recoged después la leña reseca de mi añeja y tocada guitarra. El cielo se acorta y decae en una luz añil de mimbre. Mi poema se cubre de lluvia, pero ya no tiemblo, acompañadme grises nubes de noviembre. Año a año, al alba de este incierto mes florece vuestra fruta, vuestra memoria. Ya no temo a la oscuridad ni al lamento, atañen y alivian el caminar libre de mi alma, bellas y añoradas nubes de noviembre.
® Helena Sauras

Escucha el poema: