¿A qué huele tu silencio? En mitad de la ciudad dormida, no oigo el llanto de tus ojos parados y tristes, ni la pared de tu cara estampando ronquidos de versos, ni la brisa del lunar, partiendo tus labios en dos luceros. No oigo nada, porque sin ti, estoy sordo. No es sonora tu marcha, discretamente huyes de mí, fluirían los versos más hondos si pudiera hablarte. Si pudiera… oír tus pasos todavía. Pero ando solo a través del vacío, a través del duelo, del doloroso dolor del silencio. Me late el pulso en la sien. Entre la postal y las sábanas húmedas, imprimo una lágrima prohibida, porque me juré que no te extrañaría. Luz de sentimiento de seda y agonizante: la pérdida, la mía, la tuya; la nuestra: el pulso de tu huida cobarde. Que perdí. Un fin. Te fuiste sola y sin mí.
® Helena Sauras