Cuando abrí los ojos, estabas muerta, vida, un destello púrpura arrullaba tu boca sin aliento y callada. Cerré los ojos, quizás para que no fuese cierto, para soñar en un cielo de musas osadas. Pero con la llave del destino, es inútil rebelarse. ¿No crees, amor valiente, que fijas sin banderas una gracia eterna? Las palabras morían en mis manos. Cada vez que escribía, la inspiración se extinguía en mi sien plateada. Hoy cantan sirenas sin ojos, estoy en el limbo de su voz, rebota en mí la poesía tímida que antaño sentía. Tú no estás ya. Recuerdo el vacío de una ausencia de besos. Un murmullo de aurora en tu rostro. Cansada ya. Respiro. La muerte me rodea con sus brazos glaciales de ocaso boreal.
® Helena Sauras
