Cuando abrí los ojos,
estabas muerta, vida,
un destello púrpura arrullaba
tu boca sin aliento y callada.
Cerré los ojos, quizás
para que no fuese cierto,
para soñar en un cielo
de musas osadas.
Pero con la llave del destino,
es inútil rebelarse.
¿No crees, amor valiente,
que fijas sin banderas
una gracia eterna?
Las palabras morían en mis manos.
Cada vez que escribía, la inspiración
se extinguía en mi sien plateada.
Hoy cantan sirenas sin ojos,
estoy en el limbo de su voz,
rebota en mí la poesía tímida
que antaño sentía.
Tú no estás ya. Recuerdo
el vacío de una ausencia de besos.
Un murmullo de aurora en tu rostro.
Cansada ya. Respiro.
La muerte me rodea con sus brazos
glaciales de ocaso boreal.