La estación de autobuses está casi desierta a estas horas y hurgo en mi bolso buscando la tarjeta del bus. Susana vive en las afueras de la ciudad cómo me ha indicado por teléfono. Un hombre con los pantalones gastados, y la chaqueta raída, vocifera a los cuatro vientos: —¡Un eurito para Paquito! Lo observo …