Nunca dos palabras tan precisas me habían llenado de tanto significado: «No embarazada». Un suspiro de alivio sale de mi boca, que dibuja una sonrisa. La puedo ver reflejada en la luna del espejo del lavabo. Trajino por la cocina, preparo el desayuno, mientras voy tarareando una canción.
―Sí que estás contenta —me dice Jaime, que empieza a mordisquear una tostada.
―Hoy me he levantado con el pie derecho —le digo sonriendo.
Sandra me mira, y sé que no hace falta que le diga que el test me ha dado negativo. Mi cara ante todo transmite tranquilidad. Jaime juguetea con el mando a distancia, y al final acaba encendiendo la televisión de la cocina.
―Ya sabes que no me gusta que pongas la televisión mientras comemos —le riñe Sandra, que está de espaldas a la pantalla.
―¡Un momento! ―exclama Jaime y sube la voz del televisor.
La foto de Luz vuelve a invadir mi vida. Ayer por la noche, soltaron a María y a Nacho, y detuvieron a Víctor como presunto autor del crimen.
―Joder ―dice Sandra, que se ha girado para verlo―. Esta policía no da pie con bola…
―Si lo han soltado será porque es inocente ―expreso con contundencia―. Ya te lo dije que Nacho era incapaz de eso…
―Yo no lo tengo tan claro ―sigue Sandra y frunce su ceño.
―A ti ya te viene bien que sea el asesino, ¿no? De esta manera te aseguras que no vaya a hacer ninguna tontería…
―Venga, chicas, no discutáis.
Sandra ha conseguido alterarme y mi sonrisa se ha disipado ya de mí. Me levanto rápidamente de la silla, y me voy hacia mi cuarto a vestirme, porque tengo que ir a trabajar.
En la academia me evado un poco del mal rollo que tengo, no sé por qué Sandra es tan cabezota y sospecha todavía de él. Entre pinturas, mis sentimientos crujen al oír mi móvil, y ver en la pantalla que es Nacho. Apago el móvil y me disculpo, porque me olvidé de desconectarlo, y he interrumpido la clase. Sigo con la teórica, pero no vuelvo a ser la misma, mis pensamientos se agitan hacia la playa, con las olas rozando mi áspero pesar pero sin llegar a romperlo, y los granos de arena diminutos colándose por toda mi piel. Nacho es la marea que sube y baja por mi vida, que debe seguir en otra dirección. Estoy profundamente arrepentida de lo que hice, y siento que Luis no se lo merece. No voy a jugar a dos bandas, con una vez ya basta. Segundas oportunidades siempre fueron inapropiadas, y Nacho tiene que desaparecer sigilosamente ya de mí, pero el ruido que siento en mi interior todavía lo escucho sin poderlo evitar.
Cuando termino la clase, la señora Fernández me encuentra en el pasillo, y me dice que vaya a su despacho y así lo hago. Me siento en la silla y ella me habla:
―Ya queda poco para terminar el trimestre, ahora tenemos que pensar en el próximo. ¿Te importaría ir a encargar el material que necesitaremos mañana por la tarde?
―¿Dónde tengo que ir?
―En esta tienda. –Y me pasa una tarjeta.
«La cometa pintada», qué recuerdos me trae. La tienda en dónde compraba en mi antiguo barrio.
―Sí, sé dónde es. ¿Qué tengo que encargar?
La señora Fernández me pasa una hoja con una lista de material innumerable.
―Creo que con esto ya bastará.
―De acuerdo, mañana iré.
―Gracias, Elisa.
A la salida Luis me espera, después de darle un beso, me dice:
―Esta noche le hemos preparado una sorpresa a María. Vamos a ir a un concierto. Toni ya ha comprado entradas para todos.
―¡Qué bien, Luis! ¿Qué concierto es?
―El grupo se llama «El despertar». No pongas esta cara, a mí tampoco me suenan de nada, pero puede estar bien.
―Sí, ¡claro que sí! Dame cinco minutos y me arreglo.
Vamos al piso de Sandra para cambiarme de ropa. Luis espera en el comedor y yo me voy directa al lavabo a ducharme. Me pongo unos tejanos limpios y ajustados, y un jersey ocre de cuello alto. El móvil lo dejo adrede encima de la mesita. No quiero que Nacho vuelva a entrar en mi vida.
―¿Nos vamos? ―le digo a Luis.
―Sí, primero cenamos en mi casa y luego vamos al pabellón dónde hacen el concierto. Empieza pronto. No haremos muy tarde.
―Mejor. Mañana tengo que trabajar.
―Y yo también —me dice sonriendo.
Nos encontramos todo el grupo en la acera, que hay enfrente del pabellón. No hay mucha gente, pero María está reluciente, muy diferente al último día en que la vi. Le doy dos besos en las mejillas al verla y ella me susurra:
―Muchas gracias por venir. ¿Le dijiste tú a Toni que quería ir a un concierto?
―No, yo no he tenido nada que ver ―le confieso.
―Se me ha ocurrido a mí solo ―dice Toni―. ¿Qué pasa, no puedo tener ideas?
Todos reímos, la verdad es que Toni, cuando se trata de organizar eventos, tiene práctica.
―¿Entramos? –pregunta Rebe.
Cuando nos situamos cerca del escenario, un solo triste de guitarra empieza a sonar, y me eriza la piel de mis brazos, seguidamente el resto de instrumentos empiezan a repiquetear con fuerza. Es música movida, una mezcla de pop rock con aires de fulk. La voz potente de la cantante se acopla perfectamente a los instrumentos. Es la primera vez que escucho esta canción, pero no me deja indiferente. Es pegadiza, y su melodía se instaura en mi mente.
―Me está gustando ―le digo a Luis que lo tengo a mi lado.
―A mí también.
―Toni, ¡qué buen descubrimiento me has hecho!
―¿No los conocías? ―me pregunta María.
―Pues no…
―Y nosotros tampoco ―reconocen Luis, Rebe y Jesús.
―Claro, no son muy comerciales.
Los coros, formados por voces más agudas y otras más graves, empiezan a entrar en el estribillo. María empieza a vociferar, con las manos alzadas, y dando palmas. En este momento, es cuando me doy cuenta que nada más existe que el despertar de mis deseos, borrón y cuenta nueva en esta vigilia, en donde nadie de los cinco necesitamos del alcohol, para disfrutar de nuestras vidas con total plenitud. Yo también alzo mis manos abiertas, y hago que choquen entre sí, al ritmo que me impregna, y me traslada en un mundo fructífero, que me queda por descubrir.